martes, 7 de agosto de 2007

DARWIN BEDOYA BAUTISTA, POEMAS DE SU LIBRO "QUIELA"

la quimera sube por estas escaleras



what is that sound high in the air?

t. s. eliot


sólo puede ser una presencia apocalíptica
la que guarda en su túnica
las palabras de la casa

anoche estuvo impaciente
ayudando al frío
y en plena vigilia salmodiaba su ritual

pero nadie se detuvo
a descansar en ella

es extraña su manera de aguardar

ahora está en cuclillas
sobre el piano olvidado
como esperando un turno
donde es la única de la fila

es la noche y sube
cautelosa al dormitorio
confundiéndose con la sombra de los lienzos
y haciendo de las palabras su ritual
o será que todo esto es pura imaginación
y nadie baja sonriente las gradas




a veces siempre


es en algún momento de la noche
y sobre las rodillas del deseo
donde gime una mujer
hambrienta de sexo

guarda entre sus labios
una palabra
húmeda de tanto aprender
los secretos de su afán

pero no sabe
que bajo su almohada
por un charco gris bulle un diluvio
y el polvo abandona su amorfo disfraz

cuando la hoguera desciende
por los recodos de su piel
muy lentamente
una sombra gotea
nada más.





deseo cumplido


esta tarde la duda ha perdido
el orden de las palabras
entre las páginas del libro
que un día dejó cerrado

ya no reconoce
con la facilidad del tacto
aquel rostro que en las noches horadaba
para guardar a toda prisa los temores

ahora cuida con locura
la prolongación de sus manos
en el fuego
que ella misma ha inventado
engañando por primera vez a la luz del día

todavía conserva el deseo
que delata su colección de sueños
en el fondo de sus oraciones

y en las afueras de su mirada
a medida que va llegando el final del día
los temores logran cruzar
la frontera de sus labios
y un viento leve comienza
ha desplegar el libro






palabra

a mamá panena


los ausentes
no se han ido completitos
permanecen como un aire indefinido

y no hay duda que todavía están aquí
tomando a cucharadas el tiempo
y caminando de puntillas
por las formas del recuerdo






1: 53 a.m.

“lascia che io pianga”

haendel


es peligroso desempolvar viejos álbumes de fotos
encontrar el nacimiento de nuevas soledades
encontrar entre el polvo y el tiempo antiguas palabras
intactas como un tesoro aguardando por alguien
y de nuevo otra vez la misma certidumbre:
conseguir todo sin buscar nada
todo
y la dulzura de los más profundos abismos

mirar una y mil veces un vacío rincón
saber de estas soledades hasta los huesos
y no entender la simplicidad de la nada

se extravían los nombres de hoy
y no quedan pañuelos en los bolsillos
el tiempo no es el mismo en la tarde y en la madrugada
desaparecen las calles las esperas los dioses
y se conmueven las paredes de la habitación
como una anciana con sus gatos moribundos


entonces se abre el estanque de lo escondido
las arenas se dispersan como estrellas fugaces
y las miradas trazan en la distancia otros caminos
otros mapas se guardan doblados en la mochila
y las horas lejanas ya no se detienen
lentamente
en la ventana abierta y sin cortinas

entonces empieza el destiempo
el aprendizaje de los olvidos
o los brazos abiertos detrás de los nombres

entonces ya no hace falta nada
no la esperanza
no las búsquedas
no los tesoros
sólo el silencio de las imágenes
y el polvo copiándose en otra ventana
lejos
donde los pájaros inventan sus propios árboles



retrato


“a pesar del tiempo hundido en mis manos
sigo siendo el mismo de antes”

christopher reeve


el hombre
ha encontrado entre unos papeles olvidados
aquella fotografía por el tiempo roída
y la empieza a ver como si estuviera lejos
muy lejos
tan lejana que se le ve corriendo hacia ella
hasta que al fin la encuentra en sus manos
y conversan: ”un niño parecido a mí
me observa desde esta fotografía en blanco y negro
me sonríe tiernamente
y me lleva de la mano por caminos marcados
donde todavía puedo ver mis rastros desiguales

“el pequeño finge no mirarme
tal vez por eso no me habla
su lenguaje incomprensible sólo sabe decir
el nombre azul de mamá
y se puede notar que ella nada más le oye a él
porque la llama desde aquí distante
y ahí está ella
derramando los días delante del tiempo
igual que toda la vida
o como cuando me contagiaba su alegría
y nos íbamos por el parque de los caballos enormes
para comprarme un helado si yo lloraba

“con los ojos del chiquillo puedo ver a mamá:
camina con su hijo por alguna vereda de la ciudad
y le dice cosas bonitas cuando le arregla el cabello
para tomarle una fotografía entre las flores del parque

y si lo vuelve a ver llorando
sabe muy bien cómo llegarle al consuelo
como ahora que mojo este retrato
imaginando a mamá sentada a la puerta de la casa
acurrucada por enfrío de la tarde
esperando que lleguen temprano sus hijos


“ahora el pequeñuelo se abraza de mamá
lo puedo ver en sus ojos míos
encuentra en ella un calor pleno de vida
para dormir en su regazo después de esa larga mirada

y cuando despierte será el mismo calor
entonces su cabello alcanzará los nevados
y seguro que mañana después del almuerzo
la llevaré dulcemente de la mano
mientras caminamos por una vereda interminable
en la que no hay parques ni helados ni caballos
solamente la eterna presencia de mamá”


un temblor de manos hace que guarde el retrato mojado
y el hombre llora
como un niño al que le han quitado una fotografía.