Los pescadores de la península de Capachica, se levantaron muy temprano. El gélido frío del Titicaca, les cortaba la piel. El viento de la madrugada les agujeraba el cuerpo como cuchillos que se plantan. Se reunieron alrededor de una fogata encendida en la playa lacustre, con totoras secas. Avivaron el fuego. A su alrededor chaccharon coca, y bebieron un mate caliente que trajo él mas anciano de los pescadores.
Como todas las madrugadas distribuyeron la faena. El viejo Zacarías, quien decía haber conocido a los últimos moradores de los Uros. Dibujó con el dedo ante los destellos de la fogata el plan a seguir para jalar la red tendida sobre las aguas del Titicaca. Dibujó una especie de V en la arena. Ordenando a los más jóvenes a ubicarse en la adelantada para tirar las cabuyas.
La coca tenía un sabor que no era amargo, ni dulce. Sabía un sabor especial, más o menos a tierra, cuando se humedece con el aguacero. Tragaron el sumo de la hoja de coca.
Pidieron permiso a la santa tierra y se embarcaron lago adentro en las frágiles balsas. El viento había disminuido su intensidad. Remaron hasta alcanzar las boyas que flotaban. Se ubicaron conforme a lo ordenado por el viejo Zacarías. Comenzaron a jalar hacia la orilla. Como nunca, la red parecía atada al fondo del lago. Se asustaron al comienzo. No se podía jalar. Pesaba mucho. Uno de los jóvenes gritó:
-¡Ahora como nunca, tendremos mas pescado!
Todos lo creyeron. Jalaron con mas fuerza. Temblaron sobre las balsas. Gruesas gotas de sudor les caía por la frente, se limpiaban con la manga de las manos.
- ¡Con mas fuerza!- Gritaban
Siguieron jalando. Centímetro a centímetro fueron ganando hacia la orilla. Era una de las faenas más difíciles de los últimos años. Al cabo de varias horas lograron vencer la dificultad del extraño peso en las redes. Saltaron de sus balsas para tirar desde la orilla. Sus pies descalzos se hundían en las frías arenas de la playa lacustre. Haciendo los últimos esfuerzos fueron extrayendo las redes. Con la débil luz del alba, fueron descubriendo en las redes millares de peces que saltaban, tratando de liberarse de las incomodas redes. Mujeres y niños, ayudaron a terminar por sacar las redes. Cuando con las ávidas manos se aprestaban a coger los peces vieron algo enorme que se movía al medio de la red. Todos saltaron hacia atrás. Los niños se asustaron y corrieron gritando.
- ¡No corran es un humanto grande! - Gritó el viejo Zacarías.
- ¡No, debe ser un muerto! - Gritaron los demás.
La tesis del muerto les convenció mas, que el misterioso nombre del pez que había anunciado Zacarías.
Fueron inmediatamente donde el Juez de Capachica. La autoridad llegó a la salida del sol en un brioso caballo. Desmontó apuradamente. Sus botines se hundían en la arena de la playa lacustre.
- ¿Dónde esta el cadáver? - Preguntó la autoridad. Todos señalaron con el dedo a las redes. El misterioso descubrimiento aun se encontraba en las aguas de la orilla, junto con algunos peces.
- ¡Sáquenlo, de una vez! - Ordenó la autoridad. Todos jalaron la red hacia la orilla. En la arena, se descubrió una extraña criatura. Parecía un enorme hombre verde. En sus ojos había fuego. Impaciente trataba de liberarse de las redes.
- ¡Es el mismo diablo! - Gritó el Juez.
- No, es un k'elli, una enorme rana que pasta en el fondo del lago- Dijo Zacarías.
- Daremos parte a la Universidad de Puno, para que vengan a investigarlo
- Se lo devolveremos al lago, es de la pachamama, si le hacemos daño, nos vendría toda clase de calamidades.
- Oiga, viejo andrajoso, si usted hace eso le meteré preso - Dijo furioso el Juez- Iré a llamar por teléfono a los científicos, así que no se olviden de tratarlo bien, ganaremos mucho dinero con la bestia del lago -
Montando a su corcel, se perdió en el horizonte, hacia Capachica.
Zacarías, hizo llamar al Paco del lugar. Era un hombre canoso, con las barbas crecidas hasta el pecho, se parecía mucho al Moisés de la Biblia. El Paco, extendió un poncho color vicuña sobre la arena. Allí hizo caer unas hojas de coca. En una pequeña vasija vació el vino. De rodillas pidió permiso a la tierra. Todos escogieron hojas de coca, depositando en la vasija de vino. Luego el Paco, echó el vino en la arena:
- ¡Si es de la madre Pachamama, debe ser su ganado!
- Ahora mismo debe regresar al lago - Dijo Zacarías.
Extrajo una pequeña navaja de su cintura, y se dirigió hacia el K'eli. La gigante rana verde, desde la red miró desesperado al viejo Zacarías. Con sus ojos imploraba que no le hiciera daño. Adivinando el temor de la rana, el viejo se acercó con una ternura infinita, como queriendo acariciarlo. Empezó a pasarle la palma de la mano, por sobre el lomo, las ancas. La rana poco se movía. Y suavemente comenzó a cortar la red, hasta que el gigante batracio quedó libre. Parecía agradecerle por haberlo liberado, bajo la cabeza, cerrando los ojos, estuvo varios segundos, como si estuviera orando. Luego se dio la vuelta y se zambulló en las aguas del lago, allí se perdió para siempre, ante la atónita mirada de los hombres.
Los pescadores ese día no habían recogido un solo pez. El susto les había dominado. Cuando se aprestaban a retirarse de las playas del lago, apareció una mujer bajita, de pies grandes con ojotas también grandes, acompañado de un perro negro.
- ¿Se ha perdido mi toro no lo vieron? - Preguntó
- No, no hemos visto, solo un gigante k'eli, hemos pescado esta madrugada, pero ya se lo hemos devuelto al lago - Dijo Zacarías.
- Ese es mi toro - Agregó la mujer.
Pensaron que estaba loca. La mujer se encaminó hacia el lago seguido de su perro. Y suavemente se adentraron como si estuvieran ingresando a un inmenso paraje. El agua no levantaba su pollera, su sombrero de ala ancha, permaneció en su cabeza, hasta que se sumergió por completo en el lago.
- ¡Es pachamama, la madre tierra! - Dijo el viejo Zacarías. Todos cayeron de rodillas en la arena, besándolo. Otros se llevaron puñados de arena a la boca.
Los pescadores desde ese día, dijeron que nunca mas volverían a pescar a los animales de la Pachamama.
Fuente: "LA CASA DEL CORREGIDOR" Leyendo junto al lago